Bestiario

No es muy agradable tener que convivir con un pequeño panal de avispas ubicado justo afuera de la ventana de uno. De igual manera, no debe ser placido para las avispar vivir con la constante presencia de un humano al otro lado de su casa. Al principio hubieron problemas. Las avispas se metían adentro de la habitación con frecuencia, posiblemente explorando los alrededores de su nueva morada. Esto creaba tensiones. Al principio intentaba sacarlas, atrapándolas contra la pared adentro de un vaso y usando un pedazo de papel como superficie para poder movilizarlas. Pero con cada interrupción se hacia más claro que el panal tenia que irse.

Dos veces baje el panal fuera de mi ventana. Dos veces lo volvieron a construir. La primera con la regadera y la segunda con un palo de escoba. Un ataque tenaz y despiadado al hogar de las inocentes avispas. Un titán que utilizando magia negra agredía sus aposentos. Pero después del segundo asalto, algo paso. Las avispas no volvieron a entrar por la ventana. Construyeron su panal y se quedaron tranquilas.

 

Lo más natural hubiera sido atacarlas por tercera vez, esta vez asegurándose de aniquilar a cada una de ellas. Pero ¿Hubiera sido aquello lo lógico? Las avispas ya no eran una molestia, si algo ya habían sufrido mucho las pobres por cometer transgresiones que ni ellas sabían que existían bajo leyes humanas. Se creo una especie de contrato de inquilinato, cada uno respetando el espacio del otro para no causar conflictos. Una especie de balance. Y ahí siguen hasta hoy en día, viviendo y volando al otro lado de una ventana.

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