La otra cara de la pesca de Tiburón.

La otra cara de la pesca de Tiburón.

 

En el 2015 viajé a Chiapas al sur de México, para realizar mi tesis de maestría. El objetivo de mi tesis era evaluar el impacto de las nuevas restricciones para el comercio de tiburón en pesquerías artesanales que se dedican a la captura de tiburón.

 

Al llegar a Puerto Madero, me di cuenta de que me encontraba en un poblado sumamente humilde,  que carecía de varios servicios, tal es así que ni siquiera había hoteles, por lo que me tocó alquilar un parqueadero para instalar mi tienda de acampar.

 

Al día siguiente empecé a buscar a pescadores para entrevistarlos. Al final fui a para donde un señor que era dueño de alrededor de 20 embarcaciones artesanales de fibras de vidrio. El me contó que efectivamente ellos se dedicaban a la pesca de tiburón, pero que al momento no había pescadores ya que se encontraban en veda del tiburón. Por tanto, los pescadores se habían mudado a otros poblados mas alejados en donde podrían pescar tiburón (a pesar de la veda) ya que los controles en esos lugares son más débiles . Sin embargo, pude tener una conversación interesante con esta persona, que, aunque de mala gana poco a poco me fue contando su historia.

Este Señor al que lo voy a llamar Pedro, migro desde Tuxtla Gutiérrez a Puerto Madero en la década de los 70 en busca de nuevas oportunidades de trabajo, encontrando en la pesca de tiburón una fuente de nuevos y abundantes ingresos. Pedro me contaba que en esa época era súper fácil pescar tiburones, no era necesario viajar tan lejos para capturarlos y que en apenas en un mes uno podría llenar un cuarto  de aletas de tiburón. En ese tiempo un cuarto de aletas de tiburón equivalía a una camioneta grande de esas “Ford ultimo modelo”. De esa manera el pudo hacer su pequeña gran fortuna. Con el comercio de aletas de tiburón el compró varios terrenos, construyó su casa, pago los estudios de sus hijos en el DF, viajó y compró automóviles. Sin embargo, poco a poco la pesca fue disminuyendo y ahora el negocio no es el mismo. Hoy en día para llenar un cuarto de aletas se necesita mucha suerte y muchos meses de pesca. Cuando le pregunté sobre las nuevas medidas que restringen el comercio de aletas de tiburón, me dijo que desconocía el tema, pero en los últimos meses había disminuido el precio de las aletas drásticamente. Según él, esta disminución se debe a que en Japón habían inventado una aleta artificial y que “los chinos” ya no les interesaba la aleta natural de tiburón y por eso los precios se habían caído. También me dijo que el era un hombre bueno que ha sabido aprovechar las oportunidades y que genera trabajo a los pescadores ya que al ser dueño de 20 lanchas emplea a varios de ellos. En una ocasión me dijo que una señorita había estado levantando información de la historia de Puerto Madero y que no le gustó que en su artículo lo hayan catalogado como “explotador”, que él no es ningún explotador, al contrario, él genera trabajo. Me dijo que la gente del pueblo es gente irresponsable, que el gobierno les ha brindado ayuda comprando motores pero que “esa gente” los han vendido y se han gastado el dinero en cervezas.

 

Al no encontrar pescadores con quien conversar me dirigí a un poblado más alejado conocido como Victoria. Si Puerto Madero me había parecido pobre, Victoria era un más humilde pues es un pequeño poblado con unas cuantas casitas de pescadores. Nuevamente tuve la suerte de que una señora me brinde un espacio para acampar. En aquel lugar también se encontraban pernotando en hamacas unos pescadores. Esa fue la oportunidad para entablar una conversación sobre la pesca de tiburón con los actores principales. Efectivamente se trataban de pescadores de tiburón. Era un grupo de alrededor de 12 pescadores que trabajan para la “patrona” la señora amable que me permitió acampar en su propiedad. Cuando uno de los pescadores me preguntó de donde era, y yo le contesté Ecuador, me preguntó por Alex Aguinaga. Me dijo que era hincha del Necaxa y al ratito empezamos ha hablar de fútbol. Uno de ellos me preguntó por el Barcelona de Ecuador. Para ellos y para muchos, es raro que exista otro Barcelona en Sur América. Entre mi equipaje tenia una camiseta de Barcelona con la que les pude enseñar el escudo de la institución y su similitud con el del Barcelona de España. Al final del viaje esa camiseta seria uno de mis obsequios para uno de aquellos pescadores.

 

Cuando ya me gané su confianza me invitaron a comer unas jaibas que recién habían pescado, yo acepté y me encargué de comprar la cervezas para acompañar tal suculento plato. Pasamos toda la noche conversando. A mi lo que realmente me interesó fue su modo de vida. Todos los 12 pescadores habían viajado hacia ese lugar desde varios puntos de Chiapas para poder trabajar en la pesquería de tiburón ya que en ese momento estaban en veda y en sus comunidades había mas controles. Esa noche se encontraban acampando por que debido al mal tiempo no pudieron salir a faenar. Me contaban que con el clima así, era bastante peligroso salir. De hecho, esa pesquería es bastante peligrosa porque tienen que viajar distancias largas alejadas de la costa y muchos de sus compañeros han salido y no hanregresado. Uno de ellos fue pariente de la patrona, que al mojar la parte interna de su motor no tuvo manera de regresar a puerto. Después de varios días a la deriva en altamar decidió lanzarse a los tiburones.

 

Uno a uno me fue contando su historia. Todos provenían de familias bastante humildes, sin educación y con varios hijos por mantener. Al preguntar si las nuevas reglas del comercio del aletas de tiburón les afectaban me contestaron que de las aletas ellos no reciben nada. A ellos les pagan por kilo de tiburón pescado. Eso sí, primero hay que descontar el costo de gasolina y carnada y de lo que  sobra se les realiza el pago. Algunos de ellos me contaban que a veces salen ha perdida, ya que la pesca esta tan escasa que con lo que pescan no les alcanza ni para cubrir el costo de la gasolina, por lo que quedan endeudados. Además se quejaban, que los precios que les pagan por kilo son súper bajos y cuando tratan de exigir un mejor pago, les dicen que los de Guatemala trabajan por mucho menos, pues solamente exigen un lugar donde dormir y comida, y que si no les gusta que se busquen otro trabajo. Ahora entendí por que al Sr. Pedro le habían tildado de explotador en el artículo de aquella señorita que me lo mencionó.

 

No podría crear que de un plato de sopa de aleta de tiburón que es comercializado en 100 USD en Hong Kong, estos pobres pescadores no han recibido nada por las toneladas de aletas que han pescado durante su vida. ¿Es decir, a donde va ese dinero? Bueno, al parecer el dinero va a los comerciantes y a los dueños de los medios de producción, en este caso los dueños de las embarcaciones. Me di cuenta que en el caso de Chiapas, el estado mas pobre de México, los pescadores no recibían un beneficio “justo y equitativo” de los recursos que utilizan de la biodiversidad. También me di cuenta de que, bajo ese sistema injusto nunca saldrán de la pobreza. ¿De que sirve que en el discurso ecológico se hable de conservación de la naturaleza y de preservar los recursos para las futuras generaciones, cuando las presentes generaciones no están siendo bien atendidas? ¿De que sirve ser países ricos en recursos naturales cuando esa riqueza se va a unas pocas manos? ¿De que sirve evitar establecer medidas de conservación sobre un recurso que podría afectar a los medios de vida de los mas pobres, cuando estos nunca se han beneficiado de la utilización de este recurso?

 

¿Que será del futro de los hijos de esos pescadores? Tal vez si el comercio de tiburón fuera regulado de una manera mas justa (si estamos a tiempo por supuesto) esos pescadores pudieran brindar una educación a sus hijos que les permita encontrar trabajo en otras áreas y reducir la presión de pescadores sobre tiburones. ¿Que pasará cuando se acabe el tiburón? (no estamos lejos de esa realidad)

 

Al final la respuesta a mi estudio sobre cuales serian los impactos de las restricciones del comercio de aleta de tiburón en los pescadores artesanales  fue “ninguna”. Ya que estos pescadores artesanales nunca recibieron beneficios por la venta de aletas de tiburón, a pesar de ser el commodity mas valiosos de una pesquería en donde día a día arriesgan sus vidas.

 

El problema de las pesquerías de tiburón no representa solamente un problema ecológico, si no también social y económico. Los desafíos son grandes, pero estoy convencido que si no se resuelven los problemas sociales será muy difícil resolver los problemas ambientales.

 

Esto solo es un ejemplo de lo que pasa en los países del tercer mundo. En mi próxima historia hablaré sobre mi historia con los tiburones de Ecuador.

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