Especies Invasivas

Si llamamos a algo ”invasivo”, abordamos este calificativo desde puntos de vista casi netamente subjetivos.

Más que nada es irremediable pensar en comunidad al aproximarnos a ”lo invasivo”. En un inicio porque nos divide de ese otro que es intruso en nuestro espacio (nos hace delimitar qué es ”nuestro”). Y a la vez porque un espacio que creíamos solo nuestro de repente es ocupado y habitado por un otro que nos es distinto, y no familiar. Y sin embargo, quizás coexistíamos mucho antes de darnos cuenta. Quizás incluso dependamos del uno del otro de maneras inesperadas.

¿Qué es lo invasivo?

Tal vez es eso que surgió intempestivamente, sin avisar.
Y se metió en nuestros vidas, en nuestros entornos haciéndonos sentir que cedíamos el control.

Estas conchitas/ rosas de alabrastro aparecieron un día en una maceta. Sin ser plantadas, al lado de un cáctus. Quizás las trajo algún pájaro. Quizás pensaron que serían buenos compañeros. Es inevitable notarlas dado lo grandes que se han puesto, y sus formas se me hacen a muchos brazos abiertos que invitan a un abrazo.

Tal vez lo invasivo es
lo intempestivo pero en el sentido de que hace que confrontemos con algo que se sale de nuestros paradigmas

Buscando en el jardín encontré unas hormígas comiéndose a una mariposa. Aun me choca un poco ver la imagen, pero me hace caer en cuenta de las idealizaciones que forzamos sobre los organismos y sistemas no- humanos. Los encuentros nos enseñas, y aun más los inesperados, los que son con seres invasivos.

Quizás lo invasivo es eso que se cruza en nuestros caminos y los cambia. Ya sea obligándonos a ir en otra dirección o cambiando nuestros espacios.

Una araña que vive en mi baño hace más de un año teje y teje. Me dio pena quitar las telarañas y ahora mi ventana es suya y la marcó con sus tejidos.

 

 

La palabra ‘’invasivo’’ invoca un conflicto, insinua una necesidad de defensa. Me hace pensar en lo que no es bienvenido, en el invasor, en el adversario.

Ni siquiera buscando en mi casa a propósito encontré algo tan invasivo como esto. Al tumbarme exausta de trabajar el fin de semana miré arriba y recordé que de adolescente pasaba horas viendo las copas de los árboles del jardín vecino. Era un momento feliz que a veces me hubiese gustado compartir con seres queridos.

No obstante, esta vez había un intruso que insistía estar en el cuadro: el techo que pusieron hace unos pocos meses porque las lluvias frecuentes crearon goteras.
No pensé mucho en él hasta en este momento en el que me cortó permanentemente parte de una actividad que disfrutaba mucho. Ya no voy a poder curiosear sobre la vida de los pájaros que viven en las copas más altas. Eso sí que me resulta invasivo.

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