Las horas pasan

Por: María Clara Crespo de Correa 

Las horas pasan, los días también se van acumulando en un lento, pausado transcurrir del tiempo, y en mi corazón empieza a anidar la tristeza…

El claustro no elegido ni deseado me pone en ámbitos conocidos pero, no por ello menos conminatorios.
En dónde están esos paseos milagrosos hacia las altas cumbres que hacía? En donde el tibio calor del sol recibido sobre la fresca hierba ? El grito gozoso de los niños persiguiéndose como si se les fuera la vida en ello ? Todo está en mi recuerdo…

Recuerdo haber visitado en otra vida una laguna de un verde sulfuroso enclavada en el cráter de una montaña, ojo maravilloso que mira sin parpadear al cielo.

Recuerdo también el refugio cálido de una montaña nevada y el deslizarse delicioso de mis hijos por un fantástico glaciar.

Recuerdo los campos de trigo maduro; oro moviéndose al viento en oleadas risueñas, los retazos de sembríos en verdes multitonales, la tierra negra recién arada, las yuntas de bueyes en empinadas colinas roturando el suelo generoso.

Recuerdo un páramo dulce como una alfombra dorada, un inmenso mar de pajonal desafiando al viento frío bajado del gigante en cuyas faldas ha crecido y da una falsa idea de descanso y placidez antes de que el excursionista pise sus senderos.

Recuerdo el río caudaloso, aguas fugitivas, bajando enardecidas por riberas verdes y llenas de tilos que se doblan a su paso…

Recuerdo una inmensa playa de arena blanca tachonada de conchas recién llegadas de las profundidades marinas, recuerdo barcas de pescadores cargadas de hombres y peces, de redes y de ilusión. Veo a las bellas gaviotas y a los grandes pelícanos volando alrededor de la pesca tratando de robar un pececillo de plata a los hombres de mar.

Todo esto veo y pienso ¿es que mis recuerdos son verdaderos? Estarán allá a la distancia, presentes esos lugares entrañables para mi ? Cuando pueda iré a buscarlos? O, los creé en mi imaginación. No, yo sé que son certezas absolutas, ríos, montes, mar, cordilleras, lagos, islas.

Soy hija de un país mágico que prende la mente en esos rincones ínéditos para unos, que no los conocen. Conocidos y enfrentados por otros… Esos otros que corren por las montañas, se deslizan por corrientes veloces en pequeñísimas embarcaciones saltando rápidos, esquivando grandes piedras, durmiendo bajo las estrellas.

U otros simplemente como yo que ama la naturaleza ecuatoriana con orgullo y ternura por esta tierra hermosa que se nos ha dado simplemente, para que el gozo sea con nosotros.

 

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