Mi presencia y la suya

Particularmente mi presencia siento que es insignificante dado el lugar donde yo me encuentro. A ratos incluso siento que yo soy la intrusa, pero otros ratos (mis favoritos) son en los que me siento una parte del mosaico que en realidad es mi hogar. 

 Podría hablar de tantas partes, porque tanto ellas como yo nos chocamos entre nosotras, partes como la quebrada que cae directamente atrás de mi casa, o de todos los cipreses que crean una muralla alrededor, de mi arbol de arupo afuera de la ventana de mi cuarto y más, pero hay una cosa en particular que siento que cambia mi experiencia y viceversa más que otra cosa en el lugar. Una cosa que no pienso que puedo hablarla por separado, si no conjunta a mi.

 Este algo son los pequeños pájaros que vienen todos o por lo menos la mayoría de días a mi terreno. En realidad no se cuantos son, solo los reconozco porque son de color amarillo y rojo brillante. Los menciono porque primero ya me he acostumbrado a ellos, es imposible no notarlos y quedárteles viendo, suelen estar lejos pues se posan en las barandas del balcón o en los árboles, pero su color es tan fuerte que ni bien aparecen en tu campo de visión te hipnotiza. Por lo menos yo me he encontrado varias veces en situaciones donde estoy haciendo cualquier cosa y cuando los veo sentados ahí me les quedo viendo hasta que se van volando y pueden pasar como cinco minutos que no me di cuenta por estar concentrada en ellos. Al mismo tiempo los sonidos que hacen se escuchan desde que me despierto y en algún punto de la tarde-noche desaparecen por otros sonidos. Pero son sonidos que si ya no los oigo me sentiría extraña, y al mismo tiempo si ya no veo esos amarillos y rojos que he memorizado para este punto, me sentiría fuera del lugar. Sentiría que en realidad ese lugar no es mi casa.

 Pero al mismo tiempo ellos no son estáticos, no los puedo anclar a ese lugar, no puedo garantizar que estén aquí siempre, y aun asi ya no me preocupo porque siempre regresan. Es la cosa con las aves, siento que su territorio es lo que ellos quieren que sea, y la cosa es que no se si siempre han estado aquí o si mi presencia fue la que los atrajo. Digo esto ya que cuando yo me mudé tenía doce años, y ahora tengo veintiuno, y luego de tanto tiempo no puedo recordar si ellos siempre estuvieron aquí o si aparecieron más tarde. Es difícil saberlo porque he notado que ellos tienen lugares favoritos en mi casa. Les gusta posarse en ciertos lugares de la reja que nos protege de la quebrada, o en los alambres para colgar la ropa, o en mi arbol de arupo y unos cuantos más que plantamos cuando nos mudamos, y finalmente he notado que les encanta bañarse en los charcos de agua que se forman cuando llueve en los balcones. 

 Pienso en ellos y no me decido si su presencia me gusta mas a mi, o si a ellos les gusta más nuestra presencia (hablando de la casa en particular no yo o mi familia). Pero en realidad lo que más acabo reflexionando es que entre nosotros nos acostumbramos a esta rutina, nos acostumbramos a saludarnos y compartir nuestros lugares favoritos. Cuando mencione al inicio que hay momentos donde me siento parte del lugar, uno a los que me refiero es cuando siento que me hace falta algo y de repente uno de los pájaros se posa al lado de mi ventana y me doy cuenta que en realidad no había visto a ni uno en todo el día, y me hace acordarme de lo mucho que me gusta verlos así sea por un segundo. Ese algo que me hace falta es su huella a la cual me he encariñado tanto. 

Al final, la conclusión a la que llego yo es que su presencia es la importante para mi, y que la mía es en realidad irrelevante para ellos, pero que al final del día lo que me gusta pensar es que aunque el mundo entero es su hogar, parte importante de su hogar si llega a ser mi terreno, mi casa y mi presencia, ya que si no fuera así, ¿porque regresan cada vez sin falta?

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