Quien es la verdadera bestia?

Pensar en las bestias que nos rodean en nuestro ambiente natural parece una tarea fácil. Y es que la sencillez de encontrar repentinamente arañas, moscos, hormigas, gusanos y hasta caracoles es impresionante.

Mientras uno va caminando por el pasillo puede ver cómo una araña se pasea en su tela tejida. Si por desgracia dejaste algo dulce, en pocas horas las hormigas estarán encima del producto que abandonaste en la alacena. Incluso si no te percataste de la mano de guineos que trajiste del mercado, pueda que tu casa se infeste de cucarachas, y ahí si, cómo las sacas?

Los humanos estamos rodeados constantemente de especies, ya sean domésticas, silvestres -controladas-, o salvajes, pero la verdad es que nosotros mismos hemos sido los encargados de dar esa categoría tanto a animales como a plantas.

Aquello silvestre lo podemos comprobar con las ‘malas hierbas’, catalogadas así por ser plantas que crecen en cualquier espacio y pueden dominar el sector. A lo mejor, las plantas no llegan a ser consideradas tan invasivas como los animales. Mientras más moscas ves, mientras más ratones veas al año o mientras más caracoles veas cerca de tus árboles, la única palabra para describir a estas especies es: plagas. Nos hemos enfrascado tanto en que nuestro espacio es tan propio, pulcro, limpio e individual, que cualquier alteración a este se convierte en una invasión.

Aquí abajo están algunos ejemplos de especies ‘invasivas’ y ‘salvajes’ que encontré en mi espacio natural.

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Por coincidencia, justo en esta semana designada a observar especies invasoras, muy pocos animales aparecieron. Es interesante ver cómo cuando más atención les quieres dar, más difícil es encontrarlos. Sin embargo, hay días en los que estás ocupado y aparecen como si nada en cualquier esquina.

Además de las arañas que encontré en mi jardín y en mi baño, las moscas posadas en los árboles, el caracol en la tierra, y la polilla muerta en mi ventana, también noté a algunos invasores invisibles. El primero de ellos fueron las ranitas de mi jardín. A pesar que no puedo verlas por la oscuridad, su clásico silbido las delata, a contrario del clásico “croac” que hacen los sapos. A ellas se unen los grillos. No aparecen durante el día pero están muy presentes por la noche con su cántico melodioso que acompaña la brisa del viento.

Me detengo en estos dos animales porque, como no los podemos ver y no sabemos donde están con exactitud, los disfrutamos. Escuchar a las ranas y a los grillos por la noche es como sentirse en medio de la selva o del bosque, en media naturaleza viva. Pero, qué pasaría si los pudiéramos ver y de pronto entren a la casa? De seguro más de una persona gritaría del miedo, los aplastaría del asco o los botaría al terreno de alado para evitar tenerlos cerca.

Arriba dije que la invasión de plantas pasa algo más desapercibida que aquella de los animales. Cuando vemos una maleza lo primero que se  hace es cortarla. Y se la corta, principalmente, porque daña la estética del jardín o de aquel bien cuidado parqueadero. Muy pocos saben que la menta y la manzanilla llegan a ser malezas también. En un terreno amplio logran expandirse al punto de que pueden matar raíces más pequeñas de otras plantas. Sin embargo, esto no llega a ser un problema, ya que lo bonito de la manzanilla y el rico olor de la menta hace que su invasión no sea tan catastrófica momentáneamente.

Nuevamente hablaré de los jardines. Utilizados para sentirnos lo más naturales posible, plantamos especies no nativas con el bien de aprovecharnos de ellas. No está mal, para nada. Pero si se encuentra una discrepancia en cómo nosotros mismos invadimos sectores con plantas que sabemos que pueden matar al resto del jardín y aquella naturalidad simple que generamos.

La de la foto es una papaya, una fruta con una raíz sumamente larga. En mi casa, la plantaron porque todos gustan de la papaya. Sin embargo, su inmenza y su masiva expansión, mató las plantaciones de tomate y a una gran parte del césped.

En fin, la convivencia con lo salvaje y con las bestias naturales se trata de evitar a toda costa por los humanos en ciertos casos. Mientras nos enorgullecemos por  inserir y convivir con plantas invasoras, nos molestamos cuando un caracol rodea una planta. Cuando la naturaleza más se involucra con nosotros y vemos una telaraña en la esquina, más ganas nos da de matar a la araña. Sin pensar en la emoción que luego les generará ir a zoológicos y ver exhibiciones de arañas en su mera naturaleza. O se mueren del miedo cuando ven un ratoncito en la casa, pero si gustan de aquellos ‘domesticados’ para tenerlos en la cama. Al final, pueda que estas bestias traten de evitar a los humanos, pero en sí, son estos últimos los que fuerzan una interacción, que la mayor parte de los casos, resulta en una fatalidad para aquellos ‘invasores’.

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